19/11/12

Es parte del encanto

Cuando puedo detenerme un momento a observar, me gusta que sea a la gente. Somos cambiantes y un solo segundo basta para dar un giro inesperado a la constante.
Los muchachos de la preparatoria son mis principales entes de cambio, me gusta verlos en sus arranques de furia, de tristeza; son extremadamente volátiles y no  necesitan un detonante. Verlos es observar la esencia de las emociones desde una mirada coqueta hasta el coraje de patear una banca con toda sus fuerzas, es darme cuenta que ya no vivo así. Guardo para mi todas esas sensaciones y las disfruto en vez de explotarme con ellas, como cuando me siento triste y permito que me invada solo para ver cuál es su intensidad real.
Cuando me da taquicardia y antes de evitarla la dejo fluir, quiero esa sensación de ansiedad y escape para canalizarla a otro lado, como a los pies.

Ellos (los estudiantes) viven al borde de un ataque epiléptico, de la crisis existencial, el idilio con la muerte, al filo del abismo, por mi parte tomé prudente distancia de las orillas. Saber administrarse es parte del encanto, ni todo el río al mismo tiempo ni la sequedad ausente.

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