26/11/12

Haggard - Wacken Open Air 2007 (Full Concert)



Por dentro tengo una metalerita muy pequeña.

19/11/12

Es parte del encanto

Cuando puedo detenerme un momento a observar, me gusta que sea a la gente. Somos cambiantes y un solo segundo basta para dar un giro inesperado a la constante.
Los muchachos de la preparatoria son mis principales entes de cambio, me gusta verlos en sus arranques de furia, de tristeza; son extremadamente volátiles y no  necesitan un detonante. Verlos es observar la esencia de las emociones desde una mirada coqueta hasta el coraje de patear una banca con toda sus fuerzas, es darme cuenta que ya no vivo así. Guardo para mi todas esas sensaciones y las disfruto en vez de explotarme con ellas, como cuando me siento triste y permito que me invada solo para ver cuál es su intensidad real.
Cuando me da taquicardia y antes de evitarla la dejo fluir, quiero esa sensación de ansiedad y escape para canalizarla a otro lado, como a los pies.

Ellos (los estudiantes) viven al borde de un ataque epiléptico, de la crisis existencial, el idilio con la muerte, al filo del abismo, por mi parte tomé prudente distancia de las orillas. Saber administrarse es parte del encanto, ni todo el río al mismo tiempo ni la sequedad ausente.

15/11/12

Sin alas

Y luego si ya dejamos de existir.

Jamás estamos seguros de seguir aquí; nadie conoce el cielo, el infierno o los confines. Quizás ya estamos allá, o aquí.

Goliath

12/11/12

3X1

Esta semana tuve tres encuentros cercanos que me dejaron impactada. Uno con la pobreza, otro con los giros del destino y con el otro lado de la moneda.

El primero fue en Cárdenas, un poblado a 30 minutos de Chihuahua. Estaba en el carro esperando a mi acompañante y vi a tres ancianos hurgar en la basura algo que comer. Espulgaron hasta dejar solo restos de pan mohoso, jugos a medio beber y algo que parecía friego. A los pocos minutos apareció lo que me deshizo por dentro, dos niñas como de siete y tres años, buscando en el mismo bote algo que llevarse a la boca y evidentemente llevándose lo que los ancianos rechazaron o dejaron a medias. La mayor le dio un jugo y un pan a la más chica, lo comió con voracidad y pidió más; con rostro acostumbrado al hambre le explicó con señas que ya no había.

El otro fue una alumna, de esas niñas acostumbradas a ganar, a mangonear, la caga-clase. Dicha niña tenía un bebé de un año, a mitad del semestre se embarazó de nuevo, se casaría con el chico y compraron muebles así como muchas cosas; siempre no pero quedó endeudada con varios miles de pesos y de intereses. Dejó de estudiar; ahora trabaja en la fonda de la mamá para mantener a los dos niños para pagar sus deudas. Cuando la vi me gritó con mucho gusto y me abrazó, me comentó lo anterior poniéndose a la orden con burritos, tacos y tortas.

El último encuentro fue hoy en la mañana en la parada del camión, una señora más o menos de cincuenta años empezó a platicarme que iba a ver a su hijo al CeReSo, un mes sin verlo es mucho pero como quiera ya sale en diciembre, pobrecito se le descontroló un carro y mató al señor de la camioneta de enseguida. No fue su culpa pero lo pagó. Su rostro de preocupación por que fuera a pasar frío, hambre, violencia, me hizo pensar. Me habló de sus nietos que vinieron de vista a México y a los días de haber llegado los mataron en un autolavado, solo por estar en el lugar equivocado. No me pidió dinero, solo quería que la escuchara y entendiera algo.

Después de estos tres encuentros entendí y sentí. Aun los estoy poniendo en su lugar.

7/11/12

1998

Recuerdo que el primer romance serio fue a los 12 años, en Guanajuato. No recuerdo su nombre infantil, sólo sus manos, como debían ser: grandes, pesadas pero al tocarme su mano flotaba sobre mi hombro, jamás me tocó. Creo que no crucé más de tres palabras con él, y hasta la fecha pienso que si lo hubiera hecho no tendría espacio para el misterio que lo envuelve.
Ese primer amor que al pasar de los años deja se tener sentido, a veces me hace sonreír.