24/2/14

Con los medios adecuados.

En este preciso momento estoy platicando con el prefecto para ponerme al día. En la nueva e increíble escuela que me contrató se exige no sólo esfuerzo sino excelencia. El Glandorff, mi antigua escuela, cerró sus puertas hace poco más de un mes dejándome sin empleo ni esperanzas. Debo decirlo, es difícil, no solo despedirnos de los niños sino el hecho mismo del fin del ciclo. Sinceramente creo que eso fue lo más triste, las lágrimas de los niños y sus caras de pena alejándose me hicieron pensar que era el fin; y no. Fui a tres entrevistas y en la tercera fue la buena, un buen cambio, ahora tengo nuevos chiquillos a quienes aguantar y querer en un plantel moderno y salón de maestros como para mudarse a vivir allí. Los maestros son amables como en pocos lados, incluso ya hice dos amigas una maestra que también da español y la de química. 
Justo cuando acepté que me había dolido en el corazón dicha despedida, fue cuando se abrieron las puertas a tales entrevistas y esta oportunidad de llegar a una maravillosa escuela se dio para mi. No puedo decir que no extraño pero la vida sigue y, como siempre, haré lo mejor para alumnos y escuela. Los glandorfinos me olvidarán en unos meses y acá estaré cuando no me quieran pero me necesiten; cuando me quieran y no me necesiten, me iré. Como la nana mágica.