¿Podremos seguir siendo después de entregarnos a otro? Ese quebranto químico tendría el efecto de rearmarnos en uno partiendo de dos, pero es tan difícil cuando no somos dos sino tres, o cuatro o todos los que quieran entrar a la sumatoria de dos que se reorganizan.
Entregar es despegar y dejar las dudas a un lado pues no hay espacio, pero qué hacer cuando sí las hay y nada soluciona el silencio.
Debo dejar de ser para compartir(me) o es muy egoísta pedir un espacio donde no entre y al menos un poco de mí quede virginal y sin mácula de manos ajenas. (No quisiera morir sin ver sus manos, no quisiera salir sin sentirme en sus ojos). Y es que se debe a una disposición social, ya no soy sino a quien cuido y a quien atiendo, fuera de eso es un techo de cristal que no se mira desde lejos.
Será entonces y especulo, de aquí en adelante no seré la que mira sino la que es mirada, ya no el objeto de deseo sino la sublime y puesta en alabastro de altar. Gestar ideas y dar a luz a una luz por un lado me ennoblece y por el otro me deshumaniza. Ya no puedo encalar paredes, las atravieso cuando soy invisible, cuando dejo de ser por dar.
Así pues, no soy capaz de armar revuelo en casa porque me tocaría armar y organizar la revolución, dar municiones y después quitarlas, destronar y entronar, limpiar el desorden y solo para saber que no me quité la voz en balde, hacer(me) creer que se puede ser todo y no morir en el intento.
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