3/7/13

Hermman Glandorff

Durante la graduación de mis alumnos de secundaria me di cuenta que no solo yo me encariño con ellos, sino ellos conmigo. Una me dijo que jamás encontrará una mejor maestra de Historia, otra que me iba a extrañar por mi feliz carácter y un tercero se alejó de sus compañeros y las fotos para abrazarme y decirme que me quiere y jamás me olvidará.
Me emocioné hasta las lágrimas, soy muy sensible y por otro lado es un grupo al que quiero en conjunto y en lo individual. Me enseñaron que las clases de lectura y contestar preguntas sirven para pasar la hora y no para aprender, una dinámica por más pinche sigue siendo divertida. 
Me queda un buen sabor de boca, dejando de lado el cariño, me consta que aprendieron y se llevan conocimientos importantes. 
Los de prepa fueron el grupo más difícil, de todos. Chiples y aferrados a hacer su voluntad nos dimos de topes y, a pesar de ceder en algunas ocasiones, al final las materias se hicieron como las tenía planeadas desde el principio. Valió la pena por el sencillo hecho del aprendizaje; por quitarles la ceguera de pensar en la universidad obtendrán aprobaciones solo por el esfuerzo y no por resultados. Esa es mi recompensa, el trabajo bien hecho. 

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