La vida emerge desde el misterio y el milagro, detiene los planes y crea nuevos proyectos sin previo aviso. Atrae viejos amigos y aleja a quienes no comparten los ideales que ahora forman parte de la pareja. Me sorprende y conmueve la rapidez con que se crean lazos y esa sensación de maternidad. Me maravilla la velocidad con que se forma dentro de mi un ser completamente nuevo que tendrá sus propios ideales de belleza, lealtad, ética, justicia. No son mis ojos los que se forman, son unos que me enseñaran a ver el mundo de diferente manera y yo le enseñaré a mirar más allá de lo que ven los ojos para comprender el alma y sus cantos. No me estoy formando dentro de mi, la formo a ella que será parte de mi vida para siempre como la promesa de Dios que se cumple a su tiempo. Entiendo ahora que las madres y los hijos forman parte del ciclo de la reencarnación, que morir duele y nacer también, somos ya parte del eterno circulo de signos que rodean al ser humano. Mi parte más esencial flota en el gran todo que nos forma desde el átomo.
Entiendo más a las mujeres que dejan todo por ser madres, pero sigo sin comprender por qué lo hacen si un hijo es más una descarga de vitalidad que decremento en la calidad de vida, vaya, Anya no viene al mundo a detenerme sino a mover aquello que estaba detenido y obligarme a realizarlo para ella y para mi. Anya que en ruso significa gracia.
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