Allí, entre las letras amontonadas con falta de cordura, días lluviosos y tragedias solícitas hay dos soledades que se miran. Catala.
Se adornaron con hojas secas y un par de malas ideas, el implacable todo-cambia-nada-permanece esperaba. Catala, vuelta.
Azul cristal, de medio perfil hacia la puerta. Soledades envueltas en burbujas inquebrantables: la tuya y la mía, sin compartir el vacío. Catala, vuelta, catala.
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